Puerto Rico se encuentra sumido en una compleja encrucijada política, social y económica. El gobierno de Luis Fortuño, actual gobernador del país, ha propuesto, como solución al déficit estructural de $3,200 millones – cifra debatida por algunos economistas –, la reducción de gastos operacionales, mejor fiscalización y el aumento de ingresos. Estas soluciones serían implementadas mediante el despido de empleados públicos y una reducción de gastos operacionales que llegará a $2,000 millones. Hasta ahora se han despedido y se ha incentivado el retiro de más de 23,000 empleados públicos. También, se han reducido los fondos asignados a la mayoría de los departamentos del gobierno, lo cual afecta también la cantidad de servicios que se pueden ofrecer. La meta del gobierno de Fortuño es viabilizar la creación de Alianzas Público Privadas para que el sector privado asuma las riendas de algunos servicios provistos por el estado. Esta política de corte neoliberal se ha efectuado ignorando los continuos reclamos de sindicatos, organizaciones comunitarias y sociales y las críticas de variados sectores civiles.
Imagen tomada del álbum de Facebook del Comité de Acción de Estudiantes de Derecho (CAED)
El espectáculo
Eran las 2:00am del lunes, 12 de octubre, gotas de rocío y rastros de lluvia caían paulatinamente sobre los terrenos verdes de cada campus de la Universidad de Puerto Rico. A esta hora los portones del Recinto de Río Piedras eran cerrados por directriz del presidente interino, Dr. Miguel Muñoz. Su argumento fue que:
“No podemos permitir que elementos ajenos al sistema universitario [grupos sindicales y otros grupos] socaven los principios democráticos de libre expresión que siempre ha promovido y respaldado la Universidad de Puerto Rico. Estas acciones promueven el desasosiego y la confrontación y además limitan la libre expresión del estudiantado que en su mayoría no desea la continuación de paros, ni tampoco desea la desarticulación de las labores de la universidad” .
Muñoz aludió en su comunicado a las manifestaciones estudiantiles que se llevaron a cabo a nivel sistémico: asambleas generales con una sorpresiva participación activa del estudiantado y paros de 24, 48 y 72 horas. Pretendiendo crear/utilizar la sombra turbia de una mano interventora que manipula al estudiantado, el presidente interino apostaba a evitar que los estudiantes y las estudiantes del sistema UPR no realizaran asambleas generales en las que se hubiesen contemplado un paro simultáneo en todos los recintos. El fin del gobierno y la administración universitaria era impedir que el estudiantado expresara su posición política; la clausura de los recintos fue un acto de censura política. Los estudiantes y las estudiantes acudieron, desde el lunes en la mañana hasta el martes, a la desobediencia civil como mecanismo de enfrentar las acciones de la Administración.
La UPR-Río Piedras es un espacio físico y simbólico vital en la discusión pública del país. Sectores divergentes evocan estos espacios de formas distintas que simultáneamente apelan a sus nociones ideológicas. Por un lado, el sector universitario (estudiantil, trabajador y profesoral), que se ha movilizado contra las acciones de un gobierno y administración universitaria autoritario, utiliza el signo “iupi” con el propósito de apuntar hacia una entidad igualitaria, participativa, horizontal y no jerárquica. Mientras que por el otro lado, el sector estatal (Estado y administración universitaria) emplea el signo “UPR” apuntando al imaginario de una relación desigual, unilateral, vertical y jerárquica. La enunciación de estos signos/significados pone de manifiesto las propuestas de relaciones de poder de cada emisor/a.
Disección de los imaginarios performativos
Durante manifestaciones en el día que se clausuraron los recintos universitarios, los estudiantes y las estudiantes cantaban consignas representativas de sus proposiciones ideológicas. Una consigna que ejemplifica las ideas del sector estudiantil, trabajador y profesoral se escuchaba así: “¡No le llames iupi, llámale candela!”. El imaginario de la iupi en esta consigna popular evoca el significado de lucha y resistencia, de la capacidad de este sector de encender la llama que ilumina la oscuridad de la noche instaurada por el gobierno/administración universitaria.
Cuando el estudiantado se proponía tomar decisiones el 12 de octubre, lo hacía mediante la discusión y el acuerdo. La diferencia entre estudiantes se resolvió y se resuelve con el candor del debate; frente a la ansiedad de la represión policiaca, todo y toda estudiante se consolaba con la certeza de la solidaridad y del compañerismo. En instancias que el grupo se dividía sobre cómo y dónde actuar, la agrupación acordaba respetar la disidencia y las múltiples posibilidades tácticas propuestas. Así, la forma en que se trabajaba con la diferencia era mediante la integración y la participación de todos y todas, jamás con la censura porque se partía de la premisa de que todas y todos ocupaban un mismo espacio. La horizontalidad del movimiento estudiantil es evidente y es parte de lo que el Estado desea erradicar de los diversos movimientos sociales del país.
Son muchos los programas académicos que se han insertado en los sectores marginados de Puerto Rico con la meta de fungir como agentes facilitadores de cambio. Un excelente ejemplo de esto lo es la sección de Desarrollo Comunitario de la Clínica de Asistencia Legal de la Escuela de Derecho-UPR. Esta sección ha estado trabajando estrechamente con las comunidades que componen el Caño Martín Peña proveyendo asesoría legal en la creación de huertos comunitarios, empresas comunitarias y la obtención de la titularidad colectiva de la tierra. Este y otros programas similares han provocado la ira del gobierno municipal de San Juan, del gobierno central de Puerto Rico y de compañías de constructores porque, entre otras cosas, provocan que el performance del imaginario UPR sea erradicado por el de la iupi: horizontalidad sin jerarquías y participación igualitaria.
En oposición a este imaginario que el sector estudiantil, trabajador y profesoral ha construido, se desvela el del Estado y la administración universitaria. “UPR”, más allá de ser el acrónimo oficial de la institución, es la imagen política del autoritarismo que busca imponerse sobre las letras minúsculas de la iupi. Como una especia de lucha de gigantes, algunos pensarían rápido en el relato bíblico de David y Goliat, la UPR participa del imaginario público como emblema del orden, la objetividad y la ausencia de la política. Cuando algunos puertorriqueños escuchan o utilizan el signo “iupi” lo hacen, generalmente, aludiendo a la significación atribuida por el Estado: el espacio desordenado de jóvenes sublevados, de comunistas e independentistas que protestan por protestar. Las acciones del plural sector universitario ha ocasionado un cambio paulatino en el imaginario público, la UPR ha sufrido una metamorfosis, ha cambiado a ser la iupi y el sector estatal no lo puede aceptar.
La imagen del estudiantado manejada por Muñoz es la de individuos sin capacidad de razonar, de cuestionar ni de proponer; son títeres de quienes desean provocar la “desestabilización del país”. Al presidente interino le preocupa que los estudiantes hagan “política” – signo que en el imaginario público contiene una ambigüedad significativa porque implica la acción de políticos y partidos políticos, pero recientemente ha ido expandiendo su capacidad de significación para incluir la acción de individuos y colectivos sociales y culturales que afectan las relaciones de (micro)poder. En claro desafío a la pretensión liberal de la objetividad, el estudiantado asume su subjetividad como agente político y pretende afectar las relaciones de poder que se manifiestan en la Universidad y en la sociedad.
La confrontación simbólica y performativa de las imágenes iupi/UPR afecta las dinámicas relaciones de poder de la sociedad puertorriqueña. La primera se subleva al orden instaurado por la segunda con el fin de establecer otro orden, otra forma de convivencia. Mediante el cierre de todos los recintos, el sector estatal ha demostrado su temor al posible renacer de un movimiento estudiantil que languidecía fatigado y desorganizado. Resulta que se es más gigante en minúsculas que en mayúsculas y que mientras menos jerarquías hay mayor libertad. Estructuralmente el Estado se tambalea, las fisuras se hacen más evidentes y el sector universitario apunta al resquebrajamiento del (des)orden de la desigualdad y abre la puerta a un futuro incierto predicado en la igualdad, la horizontalidad y la participación.
No comments:
Post a Comment