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Ángel Luis González-Bonilla. "En el Túnel Minillas" (2008). |
Ayer conducía a través del Túnel Minillas en Santurce y la bocina de un auto a mi lado reactivó un espacio de mi memoria. De pronto, me encontré redescubriendo sonrisas, esperanzas y sueños; el candor de un futuro posible y de buena fortuna. Simultáneamente, me percataba de cómo ciertas tradiciones se olvidan, se dejan de practicar y son rezagadas a los rincones de nuestra memoria.
Recordé aquella tradición familiar en la que, para buena suerte, el conductor del auto que transitara en el túnel sonaba su bocina con una mano y con la otra tocaba el techo interior de su auto. De igual forma, todo pasajero tocaba con una mano el techo. Este acto conformaba nuestro anhelo a una realidad distinta, constituía una expresión pagana que buscaba una vida mejor.
No se trataba nada más del acto de solicitar un cambio al estado de nuestras vidas, sino de participar del acto en sí. Tan pronto alguien empujaba su bocina, el auto vecino se unía en una especie de pieza à la Schöenberg. Entre el pi-pí, ta-tá y el tá-taaa, se iban sumando semicorcheas, corcheas, negras, blancas y redondas de efusividad. Los inestables y espontáneos bocinazos ambientaban el espacio liminal con su difusa sonoridad.
No quisiera que se leyera, este corto relato, como una expresión nostálgica de un pasado mejor - aunque confieso no tener ese control sobre ti -, sino como la representación de prácticas discursivas rezagadas en nuestra memoria. El Túnel Minillas, al parecer, ha dejado de ser símbolo fronterizo de nuestras aspiraciones y navegaciones. Los vertiginosos cambios de la sociedad de consumo inciden en sus productos y el rito del túnel ha sufrido una importante transformación: el desuso.
¿Qué futuro nos depara el olvido del rito?
Esta noche, el silencio del chofer vecino sirve de respuesta a mi pregunta, mientras Francheska y yo tocamos el techo de nuestro auto mientras el ruido melodioso de nuestra bocina navega, quizás por última vez, el túnel de una fortuna abandonada.
La tradición en mi familia era gritar: ¡El túnel! ¡El túnel!
ReplyDeletees que ahora guian con más conciencia del peligro. demos gracias.
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