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Portada de TIME del 9 de agosto de 2010. |
Luego de los ataques del 11 de septiembre de 2001, el eco del estallido de un nuevo capítulo bélico en el siglo XXI comenzaba a ensordecernos. Aquel espantoso ruido que precedió a la invasión del 7 de octubre de 2001 aún retumba en las paredes de nuestra memoria y de los albores de aquel otoño solo queda la huella de nuestras sombras. Interesantemente, un acuerdo común se estableció entre múltiples y divergentes sectores - partidistas, intelectuales, económicos y culturales, entre otros -, derrocar al Talibán y eliminar a Al Qaeda como una necesidad para la seguridad de Estados Unidos y, en algunas instancias, del mundo (¿Occidental?). Además de haberle brindado asilo a la organización transnacional Al Qaeda - autoproclamados autores del 9/11-, el gobierno del Talibán era culpable de una (¿o varias?) terrible represión contra la población afgana. Mas, en el discurso articulado en Puerto Rico y Estados Unidos prevaleció el relato sobre la responsabilidad criminal y la condición de las mujeres bajo el estricto régimen estatal-religioso con raras menciones a la represión de grupos étnicos minoritarios.
El pasado 9 de agosto, la revista TIME publicó en su portada la polémica imagen de Aisha, una joven afgana de 18 años que fue castigada el año pasado por huir del hogar de su marido. La pena impuesta por el Talibán consistió en la violenta remoción de sus orejas y su nariz. Según el artículo de Aryn Baker, "Afghan Women and the Return of the Taliban", Aisha fue abandonada en una montaña luego de ser brutalmente castigada.
Utilizado como recurso retórico, el caso de Aisha sirve de ejemplo, o al menos eso desea Baker, de lo que sucederá si el Talibán es legitimado, las puertas a la participación política son abiertas por el gobierno afgano mediante la Asamblea Constitutiva de Paz o Jirga de Paz (1) y el ejército estadounidense se retira en medio de ese panorama. Asimismo, el periódico inglés The Observer argumenta que los objetivos del conflicto bélico no se pueden limitar a la relativa y exigua estabilización del gobierno afgano, sino deben incluir un serio compromiso con los derechos humanos y la centralidad de la libertad política y la igualdad de las mujeres. Valerie M. Hudson y Patricia Leidl sostienen, de igual manera, que sin la seguridad de las mujeres afganas no hay seguridad.
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Nick Meo. "Women boxers challenge Afghan culture". SFGate.com, 16 de junio de 2008. |
Lo que Baker no explica en su artículo es que el Talibán no es el único responsable por las deplorables condiciones de vida de las mujeres en Afganistán. El propio gobierno afgano, impulsado por las fuerzas estadounidenses, y el presidente Hamid Karzai abrieron el paso para que líderes Jehadi y caudillos militares formaran parte del gobierno, a pesar de que la constitución afgana prohíbe que criminales de guerra puedan ser candidatos a puestos electivos. Peor aún, el año pasado el gobierno de Karzai aprobó una controvertible ley de matrimonios para la comunidad chií que prohíbe que una mujer se niegue a tener relaciones sexuales con su esposo y obliga a que una mujer reciba autorización de su esposo para asistir al médico, la escuela o buscar empleo, entre otras estipulaciones. A través de esta ley, arguyen varias figuras políticas afganas, el presidente procuraba agenciarse el apoyo de la minoría chií con miras a los comicios electorales de agosto de 2009. Posterior a las elecciones quedó al descubierto el fraude que representa el actual gobierno afgano y la complicidad de Estados Unidos con la farsa.
Regresemos al asunto de las mujeres. Según la cineasta Meena Nanji, la condición de las mujeres cambió muy poco luego de la invasión estadounidense. Aunque ahora podrían acudir a la escuela, recibir atención médica y procurar empleo, estos cambios se lograron de forma limitada y con mayor presencia en Kabul. Ciertamente no se puede negar el reconocimiento legal y constitucional de la igualdad de las mujeres, ni las ascendentes posibilidades de preparación educativa y profesional que antes de la invasión eran escasas. Tampoco se puede negar que la constitución afgana mande a que el 25% de la Wolesi Jirga esté constituido por mujeres parlamentaristas. Hoy día, incluso, las mujeres participan de medios de comunicación (radio, televisión y prensa escrita) de los cuales estuvieron excluidas durante el gobierno del Talibán.
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Malalai Joya, ex parlamentarista de la Wolesi Jirga |
Los relatos como el de Aisha nos suscitan indignación y coraje, pero no debemos permitir que éstos nos cieguen. El odio automático al Talibán y su interpretación islámica no nos ayuda a comprender las complejas relaciones políticas en Afganistán. Las mutilaciones y ejecuciones no suceden exclusivamente bajo el manto del dominio del Talibán, sino también bajo la autoridad del estado afgano y la mano de aliados de los Estados Unidos (caudillos militares de la Alianza del Norte). Pero, la proyección mediática en Estados Unidos y Puerto Rico invisibiliza la colaboración que ha habido entre el gobierno estadounidense y estos otros sectores igualmente responsables de las vejaciones contra las mujeres. Como fetiche del odio, la condena del imaginario del Talibán entretiene (en el peor sentido de la palabra) nuestras ansiedades morales.
Continuar la guerra en Afganistán, bajo el subterfugio de una intervención por derechos humanos, sería una gran falta a las terribles condiciones de vida de las mujeres afganas. Además de resistir bajo el dominio autoritario de los caudillos, el Talibán, los jehadi y la Alianza del Norte, las mujeres han sobrevivido el caos y la devastación de una prolongada guerra. El proyecto del pater familias que vigila y protege a sus hijos re-produce las propias diferencias e injusticias que busca eliminar. Cualquier pretexto de una guerra para proteger las mujeres se desmorona ante la perpetuación de la represión e invisibilización a la que son sujetas las mujeres por el gobierno afgano y sus aliados. Para que germine la democracia en suelo afgano es sumamente importante darle espacio a que grupos progresistas, jóvenes, estudiantes, mujeres y hombres articulen su propio proyecto democrático.
Notas:
(1) El término jirga apunta, usualmente, a una asamblea tribal de "ancianos" en la que se discuten asuntos que conciernen a una región.
Nunca faltan las justificaciones para la protracción de conflictos bélicos convenientes (i.e. Invasión de Iraq I y II). El Occidente se está quedando sin eufemismos que puedan validar su presencia en el Medio Oriente.
ReplyDeletehttp://www.pastemagazine.com/articles/2010/08/tehran-calling.html (Vía Arturo_Ulises, twitter).
ReplyDeleteGuerras son guerras... en nada ayudan al planeta. Yo no se.
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