Thursday, September 30, 2010

Impunidad/Inmunidad

Imagen tomada de Risk Security Assessment.


"[E]l ejercicio efectivo del poder no tiene por qué implicar la eliminación de la libertad". 
- Barry Hyndess


Esas dos palabras definen el estado social contemporáneo en Puerto Rico desde hace un tiempo, cinco, diez o veinte años. (Elija el período que usted quiera). Al parecer, hay una extraña y profunda relación entre ambos conceptos que impide su desenredo. Toda persona que actúa con impunidad lo hace porque el Estado, su comunidad, su familia o su entorno se hacen de la vista larga ante los eventos. El resultado de esto es, entonces, que el acto carece de un castigo y, de forma (in)directa, queda exento de pena.




Michel Foucault propuso que las relaciones de poder contienen en su interior la posibilidad de subvertir las mismas. Aquella persona que se encuentre en una posición desaventajada frente a alguna figura de autoridad, como un agente policial, tendrá espacio para retar y transgredir esa relación de poder. Sin embargo, la transformación de la relación de poder en una dominación implica la aniquilación del componente relativo y de cualquier espacio de subversión ya que la dominación se caracteriza, según Barry Hyndess, por "las condiciones bajo las cuales los subordinados disponen de escaso campo de maniobra" (98). Ejemplos, aunque extremos, de dominación lo son la tortura y el asesinato.


Cuando agentes del Estado como el gobernador o el presidente del Senado articulan discursos que marginan y deshumanizan a ciertas poblaciones (estudiantes, LGBT, jóvenes), un camino escabroso se abre contra estas personas porque, ante la "infalible" autoridad estatal, son indeseables. Por eso jóvenes y estudiantes que protestan son, en boca de figuras del gobierno, "unos turbas", "unos criminales", "unos vándalos" y "unos terroristas", entre otros epítetos. Mientras que personas de la comunidad LGBT son "torcidas" e "inmorales".


A través de este tipo de adjetivaciones, el gobierno va construyendo la identidad de los que considera indeseados, de una especie de enemigo interno. La expresión corpórea de este enemigo carece, en los ojos del gobierno, de legitimidad para actuar o retar las relaciones de poder. Por ello, con este tipo de subjetividades no hay cabida para una relación de poder sino solo de dominación. 


Vemos que el gobierno realiza una ardua labor de "limpieza" cuando su política pública va dirigida a "poner la casa en orden", fomentar "la palabra de hombre" y subrayar que "Tus valores cuentan". El Estado es quien pone las cosas en orden y cualquier participación de la ciudadanía sería una injerencia indebida. El poder no se comparte. Cumplir con un compromiso es cosa de hombres. En el imaginario público: una lesbiana es una mujer que quiere ser hombre, pero no lo puede ser; y un homosexual es un hombre que no quiere ser hombre. Por último, los valores que cuentan son los tuyos (¿y los míos?) siempre y cuando sean los que el gobierno dice que cuentan.


Toda desviación será corregida, rechazada, purgada y, en el peor de los casos, eliminada con impunidad/inmunidad.


Los asesinatos de José A. Vega Jorge y Jorge Steven López, como tantos otros, cumplen con los parámetros de una dominación y no deben quedar impune ni inmune en el ojo público. Queda de nosotros ampliar los espacios para las juegos de poder porque esto implica abrir la puerta para la subversión y el reto (in)directo propiamente de la autoridad estatal.


Fuentes utilizadas:
Hyndess, Barry. "Disciplina y aprecio: Foucault, sobre el poder, la dominación y el gobierno". En Disertaciones sobre el poder: de Hobbes a Foucault, traducido por Guillermo Solana, 97-132. Madrid: Talasa, 1996.

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