Monday, September 6, 2010

Stalker (1979) y el sci-fi humanista

Cartel de Stalker.
Lentamente se abre el lente. Nos muestra el interior de un edificio. ¿Un cuarto? No. Al parecer, una barra cuyas puertas abre su dueño. Enciende las luces y por el plano delantero entra un hombre con un gorro. Pide una orden al camarero. Se acomoda en la única mesa frente a nuestra mirada, o la de la cámara. Observamos lo habitual del bar hasta que la toma se funde en negro con las gruesas letras amarillas que leen: "Сталкер" (Stalker).

El filme de Andrei Tarkovsky comienza como muy pocos del género de ciencia ficción o sci-fi, representando la cotidianidad de la experiencia humana sin el uso de grandiosos efectos especiales ni persecuciones de alta velocidad o máquinas gigantescas. Los créditos rodan con un ritmo sosegado, el mismo con el que se desarrollará la película. Stalker está armada como una exploración de la incertidumbre de nuestra existencia, de las tensiones entre la fe y la ciencia (conocimiento) y la decadencia de la civilización.




(Aviso: Esta crítica enred(ada) provee información de algunos de los sucesos de la película).




El género de la ciencia ficción resiste cualquier intento de definición, sus temas son múltiples y sus épocas variadas - desde el presente tecnológicamente avanzado hasta el futuro apocalíptico. Usualmente, este tipo de cine discurre sobre futuros/presentes alternos en los que nuestra relación con la tecnología crea tensiones éticas o morales. En otras instancias, el sci-fi se presenta como un espacio para la narrativa épica, la pugna entre el bien y el mal. Pero, sea cual fuere el escenario, el género requiere la creación de un mundo distinto al "presente" en el que la ciencia y sus tecnologías inciden en toda la estructura social.



Cuando en 1972 Tarkovsky estrenó su primer experimento en el sci-fi, Solaris, el cineasta soviético ya había comenzado a romper con el vocabulario y la temática del género. Mas, es en Stalker donde Tarkovsky transgrede una de las normas inéditas de la ciencia ficción de su época: la ciencia, de alguna forma, pierde su rol protagónico.



Professor, Stalker y Writer en Stalker.








Stalker nos presenta la historia de Stalker, un individuo que funge como guía para las personas que quieren entrar al Cuarto (The Room) en la Zona (The Zone). ¿Qué es la Zona? Su surgimiento es confuso y cada cual tiene su propia explicación - algunos alegan que fue creada por un meteorito, otros por una raza extraterrestre y, en momentos, Stalker le asigna un aura de creación divina.

Lo extraño es que un marginado pueblo rural se convirtió instantáneamente en un espacio ocupado por fuerzas militares/policiales. Éstas cercaron la Zona con la intensión de evitar que la gente entrara a ella ya que en su interior se encontraba el Cuarto, un lugar que se rumoraba le concedía el deseo más íntimo a quien ingresara en él.
El Pueblo en Stalker.
El pueblo a los márgenes de la Zona, es un locus de desolación, de edificios abandonados y devastados. La filmación del pueblo en blanco y negro intensifica la sensación de pérdida y desolación. Ciertamente, algo pesa sobre Stalker. Tan pronto éste conduce a Professor y Writer hacia la Zona, aquel pueblo de destrucción es sustituido por hermosos verdes claros y oscuros e intensos marrones.

Con la naturaleza se hizo el color, pero aún quedan huellas de la destrucción. En esta ocasión se trata de rastros tecnológicos humanos: postes de electricidad virados y autos corroídos. En otros momentos nos enfrentamos a los remanentes de la destrucción humana o su potencial aniquilador mediante tanques abandonados o armas y jeringuillas hundidas en el agua.
La Zona en Stalker.
Mientras nos sumergimos cautelosamente en las profundidades de la Zona, Stalker, Professor y Writer entablan profundos debates sobre la naturaleza humana, la fe, el arte, la ciencia y la humanidad. Qué o quién creó la Zona no es de gran importancia, es más bien el pretexto para Tarkovsky explorar la condición humana y su fragilidad.

Los tres personajes, cuyos nombres desconocemos, representan unas subjetividades que normalmente se encuentran en pugna. Professor personifica a los científicos en su afán por el control de la producción de conocimiento, de saber lo que otros no saben y asegurarse su sitial como guardián de lo comprensible. Writer encarna los saberes humanistas, el fetiche de la fama, de la gloria creativa y la centralidad del juicio estético. Stalker, por otro lado, aparenta ser un hombre con poca educación, sumamente supersticioso y de gran confianza en la fe.

La calma con la que se mueve la trama genera una ansiedad en el espectador que se acrecenta con la introducción constante de nuevos espacios. El filme pretende llevar al observador por un laberinto, en la Zona, por ejemplo, la ruta más corta entre dos puntos no es una línea recta sino un camino enrevesado. De esta manera, en la Zona prevalece una terrible sensación de desorientación, de no pertenecer. Esto se manifiesta mediante la relación dialéctica entre terror/refugio (Paolo Virno): la ansiedad de no tener lugar (terror), de ser siempre un extraño o extranjero en búsqueda de un lugar seguro (refugio).

El refugio no es solamente un lugar físico, sino también se puede manifestar de forma simbólica como lo articula Professor con su afán de explicar racionalmente la Zona. Bien le increpa Writer cuando le dice: "Give up your empiricism, Professor. Miracles are outside empiricism". Los límites de la razón generan una sensación de dislocación, de terror en Professor porque la ciencia pierde su sitial de imperio del conocimiento. A través de variados pasajes bíblicos, Tarkovsky explora las formas en que lo divino o la fe puede fungir como refugio al terror existencial de la incertidumbre.

Professor, Stalker y Writer con tanques oxidados al fondo.
Navegando por la Zona nos encontramos con rastros de la civilización y el símbolo más potente de la tecnología, las armas. Con cada paso que damos nos topamos con un nuevo escombro, otro vestigio de nuestra violenta, decadente y destructiva existencia. En parte un viaje a las profundidades del inconsciente, Stalker transporta al espectador a explorar sus propias memorias mediante la aparición de objetos comunes a nuestra experiencia humana y nos invita a indagar nuestros deseos más íntimos.

Pero, incluso en el plano de nuestros deseos hay ansiedad, hay terror. ¿Qué sucede si es imposible realmente conocer nuestros más profundos deseos? Esta incertidumbre queda brillantemente expuesta en la escena que la cara de Writer está totalmente dividida entre la luz y la sombra. Rumbo a entrar ilegalmente a la Zona, él comienza a cuestionarse la posibilidad de conocer sus deseos. Peor aún, disputa su capacidad de conocer la palabra apropiada para lo que desea. El juego entre los límites del lenguaje y la tensa relación luz/sombra representan bellamente la dialéctica terror/refugio.

Writer antes de ingresar a la Zona.
En fin, Stalker es una reflexión fílmica sobre la experiencia humana y nuestra relación con la naturaleza. Como tantas otras piezas de Andrei Tarkovsky, este filme es un poema visual que representa nuestras más profundas inseguridades ante lo inexplicable. Más allá del sci-fi, cuyas fronteras son transgredidas (violentadas y expandidas), Stalker se podría identificar dentro del género del viaje. Esta obra de Tarkovsky utiliza un vocabulario común a la experiencia de sus espectadores y esto expande las fronteras del sci-fi hacia una disquisición humanista sobre la precariedad de nuestra existencia.

1 comment:

  1. Películas como estas son arte. En fin, películas como estas son, como muy bien dices, poesía.

    Me gustaría tener una máquina del tiempo para enseñarle esta película a Soren Kierkegaard y escuchar su opinión.

    Quiero verlas otra vez (especialmente Andrei Rublev, hace años que no la veo).

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