Andrew Beck. |
¿Para qué aspiramos a configurar
o contribuir a un espacio público? ¿Qué sucede cuando la mezquindad y la
táctica de la presión pública coinciden en el efecto de invisibilizar y
silenciar voces?
Los derechos a la
libertad de expresión y la libertad de prensa se encuentran estrechamente
entrelazados ya que no hay posibilidad de una prensa libre sin libre expresión,
mientras que la libre expresión necesita de un medio por el cual canalizarse. En
fin, no puede haber uno sin el otro. Al conglomerado de medios y espacios (revistas,
periódicos, libros, reuniones, asambleas, etc.) se les fue conociendo como
partes esenciales de la esfera pública,
ese terreno de agencia para la discusión crítica y racional entre ciudadanos
que contribuyen a formar e informar la política de un Estado y así generar
opinión pública.[1] A esos efectos, la esfera pública cumple un rol de
gran envergadura en los esfuerzos por producir política pública en un estado
democrático. La producción de la opinión pública se configura, entonces, como
proceso esencial en la articulación de una democracia.
Primero, cabe mencionar cuál es
la relación entre WRTU 89.7FM (Radio Universidad) y la Escuela de Comunicación
de la Universidad de Puerto Rico. La emisora se creó el 8 de febrero de 1980
con el objetivo, entre tantos, de rebasar la banalidad de la radio comercial y
presentarle al público radioescucha un contenido informativo y cultural nutrido
por la diversidad. La Escuela de Comunicación utiliza las instalaciones de
Radio Universidad como un laboratorio de formación periodística y técnica. Por
ello, es vital que exista una estrecha relación entre el profesorado y el
contenido que se crea en la estación como una forma de producir nuevos
periodistas y técnicos en el campo mediático de la radio.
A tales efectos, surgió el
programa “Hoy en las noticias” en 1988 cuyo propósito era reportar eventos y
procesos locales e internacionales de relevancia sin dejar que mediaran las
presiones del mercado noticioso o cualquier interés monetario. Dicho programa
fungió como taller de formación para futuros periodistas y espacio de
producción para el periodismo investigativo. Por ello sorprendió, y no de buena manera, cuando salió a relucir que la dirección de la Escuela de Comunicación canceló el programa.
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John Johns, "Balmoral Forest Fire". |
Los mecanismos empleados por las
estructuras administrativas de la Escuela cumplieron su
propósito en des-sintonizar a dicho programa de hard news de Radio Universidad. Cancelado de golpe y porrazo,
pues no medió debate alguno entre la docencia de la facultad, la dirección de
la Escuela impuso la creación de un nuevo programa de periodismo investigativo.
Peor aún, se ejecutó la orden sin tomar en consideración a todo el equipo de trabajo que laboraba en el programa cancelado: periodistas,
locutores, productores y estudiantes (subgraduados y graduados). Ni siquiera
medió posibilidad de mejoramiento o modificación; la continuación del noticiero
no ocupaba la agenda de la dirección. El Dr. Eliseo Colón Zayas, como buen caudillo o hacendado,
dispuso a mansalva como en los brutales tiempos de la cultura cañera. Para no
irse muy lejos de esta cultura política, tiró cañona.
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Max Oettli. |
El "golpe de timón"
radial no constituyó, en este caso, un cambio fundamental en cómo se operaba en
dicha emisora. La desconexión de la dirección, así como la distancia entre
algunos profesores de la Escuela y el trabajo intenso de producción que se
lleva a cabo en la estación continúa. Para que un espacio público se
“materialice” es fundamental que se edifique en torno a una comunidad de
individuos que se sientan vinculados, identificados y comprometidos entre sí y
con dicho espacio. Un espacio público sin comunidad pierde su razón de ser. La
des-sintonización produjo un esparcimiento de la frágil comunidad que circulaba
y atravesaba a “Hoy en las noticias”.
A esta maniobra autoritaria de
algunos administradores se le suma, ahora, el silenciamiento sotto voce entre la comunidad letrada y
radioescucha del trabajo que se produce en el nuevo programa, “Contrapunto”. Y
es que quienes laboran en dicho programa, cual mano de obra forzada, han tenido
que doblar el lomo y meterle mano a este nuevo proyecto, precisamente porque no
cuentan con los espacios necesarios para incidir efectivamente en la toma de
decisiones. No obstante, quienes se han indignado justamente por la mezquindad
con la que ha operado la dirección de la Escuela y la estación radial, no se
percatan que en el gesto por “boicotear” el nuevo programa late el pulso
autoritario que margina, ignora e invisibiliza. Incluso, se pierde de
perspectiva que quien realmente está detrás de dicho programa es, en
esencia, el mismo equipo de trabajo que estaba en el cancelado programa de hard news.
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Jane Zusters. |
Ese grupo de periodistas,
locutores, productores y estudiantes le han presentado al país una fabulosa
propuesta que se acerca a lo contemporáneo con la minucia y agudeza de alguien
que logra tomar distancia del ahora, sin necesariamente romper con él, para
entonces mirar críticamente. Desde abordar la crisis alimentaria hasta los retos de encarar el narcotráfico,
entre tantos otros temas, “Contrapunto” está logrando armar un espacio de
discusión informada y racional que escasea en la radio local.
Los episodios, hasta la fecha,
han sido un fascinante viaje de reportajes de profundidad y de investigación
que por su complejidad y riqueza narrativa no tienen comparación alguna en la
radio local. Siendo fieles a la idea de lo que debe ser el periodismo público –el
esfuerzo por construir espacios de discusión y deliberación informada y crítica
con vínculos a alguna comunidad–, quienes trabajan en “Contrapunto” le
presentan al país temas de actualidad nutridos por un rico acercamiento
multidisciplinario que pone en conversación diversidad de saberes. Sin embargo,
la pugna pública y privada entre el profesorado y la dirección de la Escuela de Comunicación ha contribuido a que se ignore y se rechace prima facie el excelente trabajo
realizado por su equipo de trabajo.
Me parece terrible el hecho de
que se utilice como balón político un espacio de producción cuando se ignora y
no se atiende a todas las personas envueltas en él. En el terreno público lo
que se dirime es una pugna de quién tiene control de lo que se produce,
mientras el trabajo inmaterial de estudiantes y periodistas es desatendido y
echado a un lado por las partes en contención. Quienes se encargan de
materializar un programa radial son situados a los márgenes y se les trata como
goznes pertenecientes a la máquina que se pretende dirigir. La discusión
pública y racional en torno al trabajo periodístico queda soterrada por un
oleaje voraz que aniquila la propia posibilidad de un espacio público, de lo
común y lo diferente
Así, quien sea que se beneficie
del colapso de espacios públicos se sonroja ante la rigurosa erradicación de
otro más. Mientras nos convencemos de que el martillo estaba en sus manos, no
nos percatamos que rastros de la pólvora ensucian las nuestras.
El silencio que rodea a la
producción de “Contrapunto” me hace pensar en el ya añejado, y un tanto
distinto, enmudecimiento cuando se desmantelaba paulatina y sistemáticamente a Diálogo:
“Pero, ¿dónde anda la
intelectualidad isleña en torno a este asunto? Como si se tratara de un
episodio comatoso, el silencio de sus teclas y la invisibilidad de sus labios
se con-forman como coro para el aparente deceso del periódico. Mientras
celebramos, con razón, el estreno de una nueva revista digital, nos continuamos
olvidando de ese Otro espacio al que recurríamos para informarnos y debatir. No
nos percatamos, quizás, de que hemos hecho un trueque y que en vez de aumentar
los sitios para el intercambio de ideas seguimos operando en déficit.”
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Ans Westra. |
Lo que sale a relucir en este caso, me parece, es
un horrible fragmento que forma parte de la cultura letrada en nuestro país: el
autoritarismo con el que a diestra y siniestra se pretenden dirigir los escasos
espacios de discusión pública con los que contamos; la cultura del cotilleo que
fetichiza la destrucción del otro como único gesto político. En vez de constituir un terreno de encuentro entre lo común y lo diferente, una posibilidad para el entendimiento mutuo, el espacio público se torna en la puesta en escena de la degustación y el sometimiento. La diferencia es cena, una instancia más para el movimiento de nuestras quijadas en un extenso paladeo del Otro.
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Len Wesney. |
[1] Jürgen Habermas en Craig Calhoun, “The Public
Sphere in the Field of Power”, Social
Science History 34, no.3 (Fall 2010): 302.
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