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Osvaldo Zoom, "Child Labour (Nepal)", 1986. |
Solidaridad, el término nos
convoca a un extraño desenvolvimiento, a la perpetración de una paradoja:
darnos enteramente, o en parte, y, en el proceso, dejar de ser uno singular
para ser uno plural. Contar con la libertad para poder ejercer la solidaridad
es un gesto de reafirmación de esa propia libertad, es la posibilidad de ocupar
el espacio en el que otro se desenvuelve. Es estar hombro con hombro
transgrediendo escalas y dimensiones temporales, pues la solidaridad no se
entabla en el oportuno instante de la preferencia sino requiere el compromiso
insoslayable de la totalidad.
Ésta es, por definición, un
ejercicio dialéctico de exaltación o reafirmación del yo mediante su negación.
Ser solidario es reconocerme para negarme y darme al otro, lo que conduce a que
el resultado sea una nueva entidad: la multitud. Es un ejercicio en
multiplicidad y singularidad que reconfigura las distancias entre sujetos.
Se es solidario con el
diferente, no con el igual o lo equivalente, pues la diferencia es requisito
irremediable para el comienzo del ejercicio. Quien pretenda sugerir ser
solidario eliminando, en el proceso, todo esfuerzo por dar con ese Otro, recrea
todo lo contrario: la aniquilación de la solidaridad. Bien se puede ser
solidario con la semejanza, pero lo que nos lleva a escenificar el gesto
solidario es la adversidad con la que el Otro se encuentra y la que uno carece.
Es fundamental que el camino sea diverso, con múltiples flujos y direcciones.
Quien es recipiente de la solidaridad se encuentra compelido éticamente a la
reciprocidad, ya que no hay espacio para el egoísmo ni la conveniencia.
No existen distinciones entre
esferas públicas o privadas cuando hablamos de la solidaridad. Ser solidario es
ser público, es proclamar ante una comunidad la incorporación de uno en ella y
su entrega incondicional para con la multitud. La solidaridad es una
declaración pública al respeto y la dignidad humana que no admite figuraciones
condicionales. Ella es sin condición.
La solidaridad es, por último, una
paradoja puesto que conlleva una suerte de imposición voluntaria. Podría,
incluso, pensarse como una suerte de tiranía benévola. En fin, ésta es la
apuesta al metarelato de los derechos humanos que, aunque sabiéndolo ficción,
nos entregamos a él abnegadamente.
En resumen, seré solidario siempre.
En resumen, seré solidario siempre.
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